sábado, 25 de octubre de 2008

El arte de ser micrero

Que habilidad debe tener el hombre que ejerce esta profesión. Tiene totalmente ganado el titulo de maestro, o en algunos casos “maistro”. Que bríos debe tener la persona que elija, o bien se vea obligado a cumplir esta tarea.

Este hombre tiene la habilidad de conducir un monstro metálico de entre 2 a 3 toneladas a una velocidad promedio de 60 kilómetros por hora, sino es más. Su agilidad mental es tal que la envidia hasta el más brillante ingeniero ya que calcula el precio exacto por pasajero, organiza las monedas y billetes en su lugar, y le devuelve el cambio sin levantar la vista del camino. Además precisa calcular la velocidad exacta con que debe conducir para llegar a sus paradas a tiempo sin perjudicar a los pasajeros, al menos no mucho.

Vale también destacar su caridad con los conductores menos experimentados. Apenas este percibe un error, se lo hace notar al comedido con un grito y un cariñoso saludo a su madre, a quien recuerda por su profesión. Después de esto el artista del camino se despide con una amistosa señal que le muestra al aprendiz usando su dedo mayor.

Y para finalizar mi oda a este personaje debo recordarle al lector su perfecta atención al cliente. Seguramente en más de una ocasión usted pensaba que no entraría en un vehículo que excedía su capacidad con al menos 10 personas, pero este bondadoso señor obvio las reglas de transito solo para brindarle una mano a un transeúnte necesitado. Y eso que no mencioné que no esperó hasta su parada para dejarlo subir. No este señor tan desinteresado es capaz de pararse hasta en un puente solo para brindarle una ayuda caritativa a otro pasajero más.

Que noble profesión la que cumple este señor, totalmente digno del titulo de “maestro”, perdón, “maistro”.

No hay comentarios: