Al final, el Viejo ya no caminaba presuroso por
llegar a casa, mas la inercia que el tiempo inflige a los cuerpos tendidos en
la batalla de la vida lo movía de la misma manera en la que él lo hubiera hecho
Aquella Vez. Mencionar su nombre o el de sus allegados seria irrelevante ya
que, si algo ha probado esta pesquisa, es que no hay mortal en este mundo con
el que ellos hayan mantenido relación en estas últimas décadas.
El Viejo no perdió su último aliento de vida hasta
bien entrados los setenta años, aunque se dice que solo Ella sabía con
exactitud su edad, lo cual no nos ayuda mucho ahora. Ella debía estar más o
menos a su altura en longevidad. Los lugareños dicen que desde el momento que
llegaron, ara unos cuarenta años ya, estaban juntos aunque no casados. Por
entonces, el Viejo trabajaba de contador en una conocida fábrica de cemento, razón
por la que se mudaron a esta ciudad en primer lugar. Ella era escritora de
profesión y en ocasiones hacia de profesora suplente de primaria para ayudar con
las finanzas del hogar, aunque no hay registros suyos en las escuelas.
Poco después de asentados, oficializaron su relación
civilmente ofreciendo solo una pequeña cena para los únicos amigos que habían
labrado hasta ese momento, quienes aparentemente serian los únicos con quien
tuvieran contacto fuera del ámbito profesional. Una pareja de vecinos suyos, ya
fallecida lamentablemente, y un primo de Ella fueron los únicos testigos del
acto civil y presumiblemente los únicos invitados en la cena. El primo, al
igual que toda la familia de ambos, ha sido imposible de contactar.
El cuerpo de el Viejo yacía tendido en su cama, con
los dedos agarrotados por el rigor mortis y una mueca en el rostro que se
asemeja a una sonrisa. Ella se encontraba a su lado, que al vecino que los halló
le pareció un tanto extraño. El reporte forense indica que el cuerpo de Ella
estaba mantenido en sorprendentemente buen estado, como si hubiera fallecido solo
minutos atrás, mientras el del Viejo mostraba indicios de un cadáver con cerca
de una semana de defunción. Sin embargo, estos no habían hallado ninguna falla
en los órganos vitales de ninguno de los dos, lo que hace de este caso uno
especial. Incluso indican que el cuerpo de Ella muestra fuerte compresión
muscular en las piernas, lo que nos lleva a suponer que hubo actividad física
inusual de su parte antes del deceso. Los huesos de el Viejo muestran un fuerte
desgaste, parecido al causado por osteoporosis, mientras que Ella muestra una
sorprendentemente saludable composición física, especialmente tomando en cuenta
sus condiciones de vida.
El Viejo había dejado su trabajo en la fábrica de
cemento después de aquel Incidente por uno no tan bien pagado pero que le
requeriría menos tiempo. También se había mudado, como nos dijo su antiguo Casero,
a una pequeña casa de un solo piso de la que se había hecho acreedor. Fue este,
su antiguo Casero, el que nos dio una luz que nos guía a suponer nuestra
conclusión.
Hace más de treinta años, cuando ambos ya se habían
instalado en la zona, Ella había quedado embarazada. El momento no pudo ser el
más apropiado pues Ella recientemente había publicado una novela y podría dejar
de ser profesora sin ser una carga económica para su marido, quien a su vez
empezaba a trepar en la escala laboral de la fábrica de cemento. Para celebrar
la noticia, el Casero fue invitado a una cena donde también participó la Pareja
amiga de ellos. Fue ahí cuando el Casero por fin empezaría a intimar con el
Viejo a un nivel un poco más allá del profesional. Tanto el Viejo como Ella
eran de buenos modales y charla amigable, aunque no muy elocuentes. Esto, sumado
al aire de timidez que cuenta el Casero ellos irradiaban, no hace tan extraño
que sus defunciones hayan pasado inadvertidas en un pueblo donde nadie más que
el jefe inmediato de el Viejo los conocía. De todas formas, tanto él como Ella
estaban en las cúspides de sus carreras y la concepción no pudo venir en un
momento más adecuado.
Dicen quienes vivían en el mismo complejo que ellos
que el Viejo corría todas las tardes después del trabajo directo a su hogar,
saltando las escaleras en un frenesí de felicidad. Es así que correría del
trabajo a casa todos los días de su vida, incluso cuando sucedió el Incidente.
Incluso así llego Aquella Vez.
Meses después de la cena, nos cuenta el Casero,
probablemente cuando se acercaba la fecha en que Ella iba a concebir, esta se
vio involucrada en un un accidente vial. Ella pasó algún tiempo internada con lesiones
que requerían atención pero no eran del todo graves. Lo que vale recalcar del
accidente es que fue entonces cuando Ella habría perdido al bebe que gestaba. Dice
el Casero que Ella había cambiado su personalidad desde entonces, de una forma
en que se veía impedida tanto para trabajar como para escribir. Es más, se dice
que desde entonces le era casi imposible relacionarse con otra gente que no sea
el Viejo. El Viejo se enteró del accidente cuando encontró un auto policial
parqueado en la acera de su complejo. Tuvo que disminuir la velocidad con la
que subía las escaleras al darse cuenta que estos lo esperaban a él en la
puerta de su apartamento. Aquella Vez, los policías lo escoltarían al hospital mientras
le explicaban la situación. Ella había estado en un accidente vial cuando el
taxi en el que viajaba chocó contra un imprudente conductor alcoholizado. Solo
podemos suponer la reacción de el Viejo, pero su Casero nos dice que después de
volver con Ella a su apartamento él siguió con su vida normalmente. La única diferencia
que este notó fue que el Viejo,
reservado desde que lo había conocido, se había vuelto un poco más hermético en
su trato con terceros. Por otro lado, los mismos que dicen haberlo visto correr
y saltar de vuelta a su hogar en el día a día
dicen que desde entonces lo notaban volver caminando lento y cabizbajo;
“pero siempre con una sonrisa a un lado de la cara” añade una Señora de Edad
que dice recordarlo bien a pesar de nunca haber intercambiado palabras con él.
Su personalidad no habría cambiado significativamente hasta el Incidente, nos
dice el Casero.
Después del accidente ellos continuarían viviendo
en el mismo complejo por unos meses más, después se mudarían abruptamente a
pesar de tener un contrato firmado por más de un año. El Casero nos dice que
cuando se mudaron lo hicieron bajo tales circunstancias que él mismo no hubiera permitido al Viejo seguir
pagando renta sin que vivan en el mismo lugar. La, ahora, Señora de Edad se
había mudado al apartamento de al lado cuando apenas había egresado de la
universidad. Es ella quien nos proveyó de más detalles sobre lo que pasó
Aquella Vez. Nos dice la Señora de Edad que siendo nueva en la ciudad y con un humilde
trabajo como ayudante de modista, procuraba siempre hacerse con tantos
contactos como pudiera. Así es que quiso conocer a la pareja y termino por
conocer a Ella, quien desde la primera vez que la recibiría se mostró fría y
distante. Más tarde conocería a el Viejo, “Todavía era un hombre decente y de
espíritu férreo”-aporta ella- “aunque algo parecía faltarle”. Un hombre, dice
ella, que si bien parecía tener una actitud permanentemente positiva, también
mostraba un aire de permanente cansancio que le aquejaba en cada paso. Porque
el Viejo, relativamente joven aún, ya no corría presuroso de vuelta a casa, mas
la inercia de la rutina lo obligaba a dirigirse diligentemente de vuelta a
Ella, y así lo hizo Aquella Vez. Y fue una tarde, ya anocheciendo, poco después
de que la Señora de Edad había llegado del trabajo que todo se sucedió de
repente. La Señora vio a Ella, afuera de su casa con una mirada perdida y una
sonrisa maquiavélica, leyendo un libro apoyada contra la puerta cerrada de su
hogar. “Estaba esperando a su marido” dijo la Señora.
La Señora reaccionó de la forma que uno esperaría
de cualquier persona normal e inmediatamente llamó a la policía. Lo único que
ella había visto hasta entonces eran los todavía frescos rastros de sangre en
las escaleras que venían desde la puerta de su casa. El Casero nos informa que
adentro de la casa había una nota para el Viejo que él, por mínimos modales, no
había leído. La Señora nos dice que, viéndola vestida de manga larga y
pantalones, Ella no mostraba daños físicos cuando la vio en la puerta de su
complejo. Ocultos debían haber estado los cortes, pues nos dicen que tras la
llegada la policía, con una ambulancia, los médicos descubrieron a primera
vista que ella era la víctima y la sangre no era otra sino suya. Pero, como
tanto el Casero como la Señora de Edad recuentan, Ella rehusó vehementemente la
ayuda médica argumentando que debía esperar a su esposo. Poco después de armada
tal escena el Viejo llegaría, a paso lento primero, luego apresurado al ver a
su esposa siendo el centro de atención de la fuerza policial. Por segunda vez
en tan corto tiempo. La Señora había visitado a Ella una vez, mientras esta estaba
internada en el hospital. El Casero habría interactuado con el Viejo por última
vez pocas semanas después de aquel Incidente, cuando el Viejo rompió el
contrato para mudarse.
Si hay algo que podemos deducir de los últimos
momentos de su vida, es que el Viejo, ya no sonreía, como lo hace ahora su
cuerpo inerte. Es que el Viejo, después del injusto castigo impuesto a él por
el tiempo ya no descansaba, como aparenta su cuerpo, ahora en la fría mesa de
la morgue. Poco sabemos, es verdad, pero lo que sí sabemos es que el Viejo,
cansado y abatido, sin descansos ni sonrisas en la cornisa de su cara; seguía
intacto el camino de su hogar a su trabajo y así viceversa. Pero el Viejo ya no
caminaba presuroso por llegar a casa, mas la inercia que el tiempo inflige a
los cuerpos tendidos en la batalla de la vida lo movía de la misma manera en la
que él lo hubiera hecho Aquella Vez. Como así lo hizo esta última vez.
Diario El Porvenir
Noviembre, 7 2009
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