martes, 13 de abril de 2010

Reflexion I

Como medio jinete montado en medio caballo. La parte de atrás tendría que ser, sus patas son más fuertes, lo podrían sostener. Pero sin cabeza no vería a donde ir, no tendría en ella sus riendas, no se lo podría dirigir. La delantera entonces, para poderlo guiar, así ambos ver al frente y juntos la vida encarar. Pero sin mitad trasera no lo podría cabalgar, no tendría donde apoyarse y él no se podría impulsar. Inútil, medio caballo nomás. La parte superior al menos, eso tendría él. Un jinete sin cabeza, eso se puede entender, pero que no tenga brazos, eso ya no puede ser. Sin manos que lo dirijan, sin fuerza para domar, un jinete solo piernas no podría cabalgar. ¿Pero acaso solo torso, si lo pudiera lograr? Y si no tuviera piernas, ¿Cómo lo podría domar? ¿Cómo se equilibraría, como lo echaría andar? Medio jinete, un inútil total.

Dice la leyenda que hubo una vez un ser, que tenía cuatro brazos, dos caras y cuatro pies. Siempre estaba a la vanguardia todo lo podía hacer, siempre atento a la retaguardia apto y dispuesto a correr. No necesitaba a nadie, solo se podía tener, poseía ambos sexos se podía atender. Pero un ser tan perfecto en la tierra no podía haber, los dioses lo sabían y no lo dejaron ser. Entonces el más grande, Zeus de esto se encargó, lanzó un rayo muy certero y de un golpe los separó. Fue así como nacieron el hombre y la mujer y en el mundo se perdieron jurándose volver a ver. Esos seres imperfectos están destinados a buscar a su otra media parte y a la perfección llegar. Porque sin tenerla a ella, él un ser inútil es, y sin él a su lado a ella le cuesta incluso ser.
Como medio jinete montado en medio caballo.

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