domingo, 26 de enero de 2014

Crónica de una muerte desapercibida

Al final, el Viejo ya no caminaba presuroso por llegar a casa, mas la inercia que el tiempo inflige a los cuerpos tendidos en la batalla de la vida lo movía de la misma manera en la que él lo hubiera hecho Aquella Vez. Mencionar su nombre o el de sus allegados seria irrelevante ya que, si algo ha probado esta pesquisa, es que no hay mortal en este mundo con el que ellos hayan mantenido relación en estas últimas décadas.

El Viejo no perdió su último aliento de vida hasta bien entrados los setenta años, aunque se dice que solo Ella sabía con exactitud su edad, lo cual no nos ayuda mucho ahora. Ella debía estar más o menos a su altura en longevidad. Los lugareños dicen que desde el momento que llegaron, ara unos cuarenta años ya, estaban juntos aunque no casados. Por entonces, el Viejo trabajaba de contador en una conocida fábrica de cemento, razón por la que se mudaron a esta ciudad en primer lugar. Ella era escritora de profesión y en ocasiones hacia de profesora suplente de primaria para ayudar con las finanzas del hogar, aunque no hay registros suyos en las escuelas.

Poco después de asentados, oficializaron su relación civilmente ofreciendo solo una pequeña cena para los únicos amigos que habían labrado hasta ese momento, quienes aparentemente serian los únicos con quien tuvieran contacto fuera del ámbito profesional. Una pareja de vecinos suyos, ya fallecida lamentablemente, y un primo de Ella fueron los únicos testigos del acto civil y presumiblemente los únicos invitados en la cena. El primo, al igual que toda la familia de ambos, ha sido imposible de contactar.

El cuerpo de el Viejo yacía tendido en su cama, con los dedos agarrotados por el rigor mortis y una mueca en el rostro que se asemeja a una sonrisa. Ella se encontraba a su lado, que al vecino que los halló le pareció un tanto extraño. El reporte forense indica que el cuerpo de Ella estaba mantenido en sorprendentemente buen estado, como si hubiera fallecido solo minutos atrás, mientras el del Viejo mostraba indicios de un cadáver con cerca de una semana de defunción. Sin embargo, estos no habían hallado ninguna falla en los órganos vitales de ninguno de los dos, lo que hace de este caso uno especial. Incluso indican que el cuerpo de Ella muestra fuerte compresión muscular en las piernas, lo que nos lleva a suponer que hubo actividad física inusual de su parte antes del deceso. Los huesos de el Viejo muestran un fuerte desgaste, parecido al causado por osteoporosis, mientras que Ella muestra una sorprendentemente saludable composición física, especialmente tomando en cuenta sus condiciones de vida.

El Viejo había dejado su trabajo en la fábrica de cemento después de aquel Incidente por uno no tan bien pagado pero que le requeriría menos tiempo. También se había mudado, como nos dijo su antiguo Casero, a una pequeña casa de un solo piso de la que se había hecho acreedor. Fue este, su antiguo Casero, el que nos dio una luz que nos guía a suponer nuestra conclusión.

Hace más de treinta años, cuando ambos ya se habían instalado en la zona, Ella había quedado embarazada. El momento no pudo ser el más apropiado pues Ella recientemente había publicado una novela y podría dejar de ser profesora sin ser una carga económica para su marido, quien a su vez empezaba a trepar en la escala laboral de la fábrica de cemento. Para celebrar la noticia, el Casero fue invitado a una cena donde también participó la Pareja amiga de ellos. Fue ahí cuando el Casero por fin empezaría a intimar con el Viejo a un nivel un poco más allá del profesional. Tanto el Viejo como Ella eran de buenos modales y charla amigable, aunque no muy elocuentes. Esto, sumado al aire de timidez que cuenta el Casero ellos irradiaban, no hace tan extraño que sus defunciones hayan pasado inadvertidas en un pueblo donde nadie más que el jefe inmediato de el Viejo los conocía. De todas formas, tanto él como Ella estaban en las cúspides de sus carreras y la concepción no pudo venir en un momento más adecuado.

Dicen quienes vivían en el mismo complejo que ellos que el Viejo corría todas las tardes después del trabajo directo a su hogar, saltando las escaleras en un frenesí de felicidad. Es así que correría del trabajo a casa todos los días de su vida, incluso cuando sucedió el Incidente. Incluso así llego Aquella Vez.

Meses después de la cena, nos cuenta el Casero, probablemente cuando se acercaba la fecha en que Ella iba a concebir, esta se vio involucrada en un un accidente vial. Ella pasó algún tiempo internada con lesiones que requerían atención pero no eran del todo graves. Lo que vale recalcar del accidente es que fue entonces cuando Ella habría perdido al bebe que gestaba. Dice el Casero que Ella había cambiado su personalidad desde entonces, de una forma en que se veía impedida tanto para trabajar como para escribir. Es más, se dice que desde entonces le era casi imposible relacionarse con otra gente que no sea el Viejo. El Viejo se enteró del accidente cuando encontró un auto policial parqueado en la acera de su complejo. Tuvo que disminuir la velocidad con la que subía las escaleras al darse cuenta que estos lo esperaban a él en la puerta de su apartamento. Aquella Vez, los policías lo escoltarían al hospital mientras le explicaban la situación. Ella había estado en un accidente vial cuando el taxi en el que viajaba chocó contra un imprudente conductor alcoholizado. Solo podemos suponer la reacción de el Viejo, pero su Casero nos dice que después de volver con Ella a su apartamento él siguió con su vida normalmente. La única diferencia que  este notó fue que el Viejo, reservado desde que lo había conocido, se había vuelto un poco más hermético en su trato con terceros. Por otro lado, los mismos que dicen haberlo visto correr y saltar de vuelta a su hogar en el día a día  dicen que desde entonces lo notaban volver caminando lento y cabizbajo; “pero siempre con una sonrisa a un lado de la cara” añade una Señora de Edad que dice recordarlo bien a pesar de nunca haber intercambiado palabras con él. Su personalidad no habría cambiado significativamente hasta el Incidente, nos dice el Casero.

Después del accidente ellos continuarían viviendo en el mismo complejo por unos meses más, después se mudarían abruptamente a pesar de tener un contrato firmado por más de un año. El Casero nos dice que cuando se mudaron lo hicieron bajo tales circunstancias que él  mismo no hubiera permitido al Viejo seguir pagando renta sin que vivan en el mismo lugar. La, ahora, Señora de Edad se había mudado al apartamento de al lado cuando apenas había egresado de la universidad. Es ella quien nos proveyó de más detalles sobre lo que pasó Aquella Vez. Nos dice la Señora de Edad que siendo nueva en la ciudad y con un humilde trabajo como ayudante de modista, procuraba siempre hacerse con tantos contactos como pudiera. Así es que quiso conocer a la pareja y termino por conocer a Ella, quien desde la primera vez que la recibiría se mostró fría y distante. Más tarde conocería a el Viejo, “Todavía era un hombre decente y de espíritu férreo”-aporta ella- “aunque algo parecía faltarle”. Un hombre, dice ella, que si bien parecía tener una actitud permanentemente positiva, también mostraba un aire de permanente cansancio que le aquejaba en cada paso. Porque el Viejo, relativamente joven aún, ya no corría presuroso de vuelta a casa, mas la inercia de la rutina lo obligaba a dirigirse diligentemente de vuelta a Ella, y así lo hizo Aquella Vez. Y fue una tarde, ya anocheciendo, poco después de que la Señora de Edad había llegado del trabajo que todo se sucedió de repente. La Señora vio a Ella, afuera de su casa con una mirada perdida y una sonrisa maquiavélica, leyendo un libro apoyada contra la puerta cerrada de su hogar. “Estaba esperando a su marido” dijo la Señora.

La Señora reaccionó de la forma que uno esperaría de cualquier persona normal e inmediatamente llamó a la policía. Lo único que ella había visto hasta entonces eran los todavía frescos rastros de sangre en las escaleras que venían desde la puerta de su casa. El Casero nos informa que adentro de la casa había una nota para el Viejo que él, por mínimos modales, no había leído. La Señora nos dice que, viéndola vestida de manga larga y pantalones, Ella no mostraba daños físicos cuando la vio en la puerta de su complejo. Ocultos debían haber estado los cortes, pues nos dicen que tras la llegada la policía, con una ambulancia, los médicos descubrieron a primera vista que ella era la víctima y la sangre no era otra sino suya. Pero, como tanto el Casero como la Señora de Edad recuentan, Ella rehusó vehementemente la ayuda médica argumentando que debía esperar a su esposo. Poco después de armada tal escena el Viejo llegaría, a paso lento primero, luego apresurado al ver a su esposa siendo el centro de atención de la fuerza policial. Por segunda vez en tan corto tiempo. La Señora había visitado a Ella una vez, mientras esta estaba internada en el hospital. El Casero habría interactuado con el Viejo por última vez pocas semanas después de aquel Incidente, cuando el Viejo rompió el contrato para mudarse.


Si hay algo que podemos deducir de los últimos momentos de su vida, es que el Viejo, ya no sonreía, como lo hace ahora su cuerpo inerte. Es que el Viejo, después del injusto castigo impuesto a él por el tiempo ya no descansaba, como aparenta su cuerpo, ahora en la fría mesa de la morgue. Poco sabemos, es verdad, pero lo que sí sabemos es que el Viejo, cansado y abatido, sin descansos ni sonrisas en la cornisa de su cara; seguía intacto el camino de su hogar a su trabajo y así viceversa. Pero el Viejo ya no caminaba presuroso por llegar a casa, mas la inercia que el tiempo inflige a los cuerpos tendidos en la batalla de la vida lo movía de la misma manera en la que él lo hubiera hecho Aquella Vez. Como así lo hizo esta última vez.

Diario El Porvenir
Noviembre, 7 2009